Es sabido que muchos proyectos de metal no temen buscar inspiración en diferentes fuentes, pero el caso de maudlin of the Well fue bastante peculiar. Más allá de sólo incorporar elementos del jazz y música de cámara entre blast beats, riffs y death growls, la agrupación buscaba reestructurar por completo la manera en que pensábamos en composición y apreciación musical.
Hay quienes postulan que toda las piezas musicales posibles ya están contenidas dentro de un cúmulo en el inconsciente, pero se encuentran desorganizadas, y la labor del compositor simplemente radica en acomodar estos elementos, en una especie de copy-paste místico en donde el artista sólo es el vehículo de una fuerza mayor. Una de las figuras contemporáneas más prominentes de esta peculiar postura que posiciona a la música dentro de una experiencia espiritual que va más allá del conocimiento del lenguaje y técnica musical, fue Yusef Lateef, y aunque lo conveniente sería dedicar un análisis entero a su obra e influencia, para propósitos de este artículo nos remitiremos a una mención superficial.
Lateef, quien dedicó gran parte de su vida a la investigación y enseñanza musical, desarrolló un método que denominó como autofisiopsíquico (autophysiopsychic), en el que el sujeto debía incurrir en actividades como la meditación, los sueños lúcidos o la proyección astral para poder "tomar" la música desde el plano subconsciente, dejando que esta se fuese creando sola, como en una especie de trance. Este acercamiento a la composición tuvo un impacto inmensurable en muchos de sus estudiantes, especialmente en Toby Driver, quien se encargaría de perpetuar el legado de su maestro a través de un catálogo que, desde sus inicios, ha desafiado la clasificación gracias al manejo de una amplia gama de estilos.
Desde que Driver fundara maudlin of the Well y lanzaran su primer álbum en 1996, la agrupación ya contaba con un sonido sumamente identificable, a pesar de que sus influencias fueran altamente reconocibles. A pesar de que el metal predominaba en su identidad musical, etiquetarlos como una banda del género resultaba muy simplista, pues este funcionaba como un punto de convergencia para diferentes estilos, como la música de cámara, jazz y rock progresivo; simplemente se trataba de un componente más dentro de la contrastante mezcla. Así mismo, diferentes vertientes del metal como el black, thrash, death y el doom también se veían compartiendo espacio con los géneros antes mencionados, lo cual convertía a maudlin of the Well en un colectivo con sobrada ambición, poseedor de un sonido dinámico y un rango lleno de contrastes.
Sin embargo, a diferencia de una banda como Mr. Bungle quienes buscaban demostrar que el gusto musical debía ser flexible (basta con escuchar sus covers, que iban desde Ennio Morricone hasta Jennifer López) y bandas como Between the Buried and Me, quienes ignoraban con vehemencia el significado del término fusión, empalmando diferentes géneros uno encima del otro, la agenda de Driver y compañía, más allá de mezclar, pretendía cuestionar el uso de los recursos disponibles gracias a la gran variedad musical que nos rodea. Si alguien puede tomar un acorde de jazz y acoplarlo a una canción pop, ¿por qué el death growl debería usarse sólo en el metal, si al igual que un acorde, se trata de una herramienta para poder proyectar una emoción? ¿Por qué estamos obligados a pensar que un blast beat siempre debe ir acompañado de un riff distorsionado?
Este objetivo de deconstruir la música pesada y tomar los elementos que la conformaban para colocarlos en contextos ajenos es lo que los separaba del resto de bandas que se valían de la unión de extremos para darle vida a su sonido y, como era de esperarse, los matices que se creaban debido a este enfoque, culminaban en experiencias absolutas. El resultado final bien podía maravillar o causar aversión, pero sin importar cuál fuera la reacción, el peso con el que la balanza se inclinaba por un lado u otro siempre era extremo.
Con el lanzamiento de Bath y Leaving Your Body Map (2001), obras siamesas que tuvieron su génesis en las mismas sesiones de grabación, Maudlin logró perfeccionar su peculiar acercamiento a la composición llegando por fin a un punto medio entre su postura espiritual y sus opiniones respecto a la música en general. Aquí es donde el sello de Lateef se hace más presente, siendo Byron y Driver quienes se apegaron más sus enseñanzas. Toby lo hacía para "encontrar" las melodías y armonías en esta "biblioteca astral" y traerlas a este plano, mientras que Byron tomaba imágenes de sus proyecciones astrales y sueños lúcidos para plasmarlas en las letras.
El qué tanto haya de cierto respecto al peculiar método de composición puede ser debatible, pero no se puede negar que las piezas sí tienen una cualidad etérea a pesar de su agresividad y muchos pasajes suenan desconectados -eso sin mencionar la vasta instrumentación que puede sonar fuera de lugar para un neófito- logrando capturar perfectamente una sensación de ensueño. Pero, a pesar de la aparente soltura que tienen muchos tracks, también se puede identificar un nivel bastante complejo de composición y arreglos, especialmente en Bath, el cual podría considerarse como el más… normal de los dos discos. Dentro de todo su surrealismo, las piezas tienen una estructura fija y son embelesadas con meticulosos arreglos. "The Ferryman" es un siniestro corte con toques góticos, altísimas voces operáticas y un cavernoso death-metal que, al escuchar atentamente, deja en evidencia un acercamiento a la composición muy enfocado al detalle. Después de un tétrico intro con un órgano, los platillos juguetean en solitario formando un patrón reconocible; al comenzar las guitarras -en uno de los pasajes más bellos de todo el disco-, nos damos cuenta que, de manera muy ingeniosa, la batería estaba creando un prefacio a la melodía utilizando los diferentes timbres de cada platillo a su disposición.
Cada álbum inicia con un corte que resume a la perfección la idea principal -en cuanto a tono y sonido general- de su respectivo compilado. "The Blue Ghost/Shedding Qliphoth", pieza instrumental que tranquilamente abre Bath y cuyas notas iniciales funcionan como un motiff a lo largo del álbum, crea la ilusión de estarnos adentrando en un estado reflexivo, y aunque la canción tiene un cambio drástico en su dinámica, sólo se trata de la vieja confiable técnica loud and quiet; el cambio podrá ser abrupto, pero sigue la misma línea que le antecedía por lo que no arruina la inmersión. Por otra parte, "Stones of October's Sobbing", tema inicial de LYBM, cuenta con un efecto parecido, pero la transición que este tiene sí resulta radical.
Esta es la pieza en donde motW pone reafirma su manifiesto deconstructivista, dándonos una de las joyas musicales que más han sido pasadas por alto en estos casi 20 años que han transcurrido desde su lanzamiento. Todo lo que Driver y compañía nos arrojan no debería funcionar, sin embargo, la fusión es intrigante y su efecto es hipnotizante. Un sucio riff acompañado de una base melódica que pareciera pertenecer a otra canción; una sección de vientos que escoltan a unos cálidos death growls sobre un acompasado ritmo que no hace mas que relajarte; blast beats, disonancias, armonías, tremolo picking, cristalinos arpeggios y… silbatos. Estamos ante una orquesta proveniente de una oscura dimensión y este es su himno.
Al crear un balance perfecto entre lo intelectual, lo espiritual y lo emocional, Maudlin of the Well era capaz de causar de todo, menos indiferencia. Aún así, de no ser por la persistencia de Toby Driver, quien a la fecha sigue haciendo lanzamientos en solitario y con Kayo Dot, es probable que estas obras no estuvieran gozando de la atención que merecen. No es que motW hayan sido completamente ignorados en su tiempo -estamos hablando de una banda que tuvo una exitosa campaña de recaudación de fondos para grabar su tercer álbum, el cual prácticamente fue exigido por los fans- pero dentro del léxico de la música extrema, su nombre rara vez figura en alguna lista o mención; se hablaba de Mastodon, Gojira, Isis y Opeth, pero este peculiar colectivo quedaba rezagado a menciones honoríficas o como un dato curioso.
A pesar de que la crítica era bastante halagadora, motW nunca pudo disfrutar su lugar en el podio como la encarnación de una nueva cara del metal, una que se podía tomar en serio pues apelaba a necesidades musicales más complejas, que no se conformaban simplemente con una ejecución instrumental a velocidades sobrehumanas. Sin embargo, cuando tu mayor fuente de inspiración y de recursos se encuentran en el plano astral, ¿qué más da lo que opinen de ti aquí en la Tierra?