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Alejandro Bernal

Detrás de la montaña


SCORE: 9.3

 
 

El compositor colombiano, Alejandro Bernal, hace un debut fantástico lleno de diseño sonoro complejo y estructuras abstractas, todo bajo un aura desconcertante. Su versatilidad lo lleva desde pasajes de ruido abrasivo hasta ritmos totalmente bailables.

OTONO, el sello experimental con sede en la Ciudad de México, debe ser reconocido por su habilidad para conseguir debuts impresionantes. Obras como el single de Bioluminik y el elegante Prontuario Sosiego Miríada de Gaspar Peralta figuran entre los mejores ejemplos de lo que México tiene para ofrecer como alternativa a la “escena alternativa". Si bien trabaja principalmente con artistas mexicanos, la curaduría de este label va más allá de las fronteras nacionales, a veces en forma de colaboraciones o trabajos en solitario. Su lanzamiento más reciente tiene al compositor colombiano, Alejandro Bernal, haciendo un fantástico debut lleno de diseño sonoro complejo y estructuras abstractas, todo bajo un aura desconcertante.

Abriéndose de manera abrasiva, Detrás de la montaña puede engañarnos haciéndonos pensar que este será un disco de ruidismo de buena conducta, uno que sonaría en una galería de arte en lugar de un nefasto sótano abandonado, pero a medida que avanza, la versatilidad de Bernal como artista sonoro y músico realmente se nota. Esto no quiere decir que el álbum salte de un género a otro, pero el viaje por el que nos lleva es muy matizado: hay momentos introspectivos y tranquilos; pasajes abrasivos y enervantes, e incluso grooves bailables, aunque extraños. Este no es un simple álbum ambient o de drone, pero tampoco es una obra pretenciosa y exagerada. Su ambición radica en la profundidad de sus paisajes sonoros y nada más.

La transformación parece ser un aspecto importante de este conjunto de tracks. Todos toman diferentes formas a medida que avanzan sin sentirse como piezas Frankenstein. “Isla”, la primera pista del álbum, evoluciona lentamente de una textura distorsionada, a un groove con un aire a Medio Oriente. La transición es tan efectiva que se siente como si hubiéramos llegado a un lugar completamente nuevo después de un viaje turbulento. “Alondro” comienza con una guitarra solitaria, eventualmente allanando el camino hacia una dinámica diferente con samples incompletos que se evaporan rápidamente y un ritmo punzante que nunca se resuelve, evocando la exasperación de querer decir algo pero no poder encontrar las palabras. Bernal es capaz de poner emoción en lo que se considera principalmente una práctica cerebral: la música abstracta no siempre llega al núcleo emocional, pero Alejandro puede ser totalmente obtuso y al mismo tiempo ofrecer complejidad anímica.

Si bien se mantiene dentro de la estética de la vanguardia electroacústica, las piezas de Alejandro no se sienten estancadas o faltas de imaginación. “Náufragos” es un tema que no estaría fuera de lugar en la pista de baile, mientras que “Antílopes” es un drone épico, cinemático y estimulante que cierra el álbum con una nota alta. Pero, a pesar de las diferencias entre canciones, Detrás de la montaña sigue siendo estéticamente coherente; no parece que un grupo de personas se viera obligado a vivir juntas bajo el mismo techo sin tener en cuenta la armonía comunitaria. Bernal sabe mantener el mismo tono en todo momento evitando la monotonía.

Alejandro ya es un artista experimentado. Forma parte de Mr. Bleat, un proyecto bastante reconocido, y Danta, un trío post-rock, por lo que decir que Detrás de la montaña es su primera incursión en la música no sería una afirmación precisa; sin embargo, como su debut en solitario, es un testimonio del progreso, el crecimiento y la madurez general del compositor, ya que es realmente diferente, e incluso mejor, que sus esfuerzos colectivos. Alejandro Bernal nos ha regalado un excelente disco para cerrar el año.