Matt Atkins/ Danny Clay
An Index of Textures
SCORE: 7.4 John Cages de 10
Matt Atkins y Danny Clay nos brindan una experiencia rica en texturas, las cuales fueron creadas a partir de la combinación de objetos cotidianos y algunos instrumentos musicales. A pesar de ser un set improvisado, las piezas suenan bastante coherentes, resultando en un obra accesible y que evade los pestiños del lado más abstracto de la música.
En el álbum debut de Sunn O))) se apreciaba la, ya famosa, frase "Maximum volume yields maximum results" y la intensión era bastante clara: escuchar el disco a un volumen masivo para permitirle al sonido hacer lo suyo con el espacio que estaba por ocupar, dejando que los destellos de feedback resaltaran con la fuerza necesaria para romper cristales y que el escucha se estremeciera junto con las paredes que lo rodeaban gracias a esas agresivas vibraciones de baja frecuencia. En resumen, el objetivo era simular la experiencia de estar frente a una montaña de amplificadores disparando acordes en el registro más bajo posible que una guitarra pueda soportar.
Matt Atkins y Danny Clay nos brindan una vivencia totalmente opuesta, pero que también se beneficia de las indicaciones en VOID ØØ. Como el título lo indica, An Index of Textures es una placa compuesta de piezas sonoras ricas en texturas, las cuales fueron creadas a partir de la combinación de objetos cotidianos y algunos instrumentos musicales. Subir el volumen al poner este álbum, no hará que el espacio retumbe ni que las bocinas emanen atmósferas envolventes, pero sí logrará situar al escucha en el vórtice de un sin fin de matices que van desde el metálico reverberado del repicar de una campana, hasta el crujir de hojas secas. Será como si el escucha pusiera cada pieza bajo la lupa para encontrar patrones rítmicos y tonales que podrían pasar desapercibidos una vez que los instrumentos entran en escena.
Aunque los créditos listen el uso de “canicas” o “pelota de ping pong sobre un tambor y la tapa de una olla”, el duo evita caer en el estereotipo de artistas estrafalarios que recurren a herramientas no musicales para componer canciones, al saber realmente qué cualidades resaltar de esos objetos cotidianos que utilizan. En “B1”, cuando el juguete de cuerda comienza a sonar, no lo hace de la misma manera que aquellos intentos fallidos de CocoRosie en La Maison de Mon Rêve; aquí, cada sonido se encuentra bien integrado y cada elemento complementa a los que le acompañan. A pesar de ser un set improvisado, las piezas tienen una estructura coherente, resultando en un obra accesible y que evade los pestiños del lado más abstracto de la música.
Index está en un punto medio entre el ambient, la musique concréte y las grabaciones de campo; y si bien puede decirse que estos géneros van de la mano, no tienen el mismo propósito. Es común mezclar grabaciones para acompañar un tema ambient, pero este último no se ve afectado por la ausencia de footage. La música concreta consiste en capturas de audio, sin embargo, estas forman algo nuevo al estar sobrepuestas a manera de collage. Atkins y Clay nos presentan una entrañable obra con mínima edición, dinámico uso de timbres e instrumentos preparados y un inquietante aire de soledad, pues debido a esa intimidad que proyectan, dan la impresión de estar completamente aislados y que esto es lo único que pueden hacer para pasar el tiempo. Me recuerda un poco a esa escena de La Nuit a Dévoré le Monde, donde el personaje principal comienza a crear música con los recursos que tiene a la mano. Es belleza creada a partir de la melancolía.
La presencia de un piano es lo que aleja al álbum de ser una experiencia enteramente abstracta; nos ancla a la realidad con sus tímidas figuras que suenan quebradizas y lejanas -casi ajenas a este plano- pero con una cadencia familiar (hay instancias en donde el instrumento da la impresión de ser un sample de aquel pasaje de piano en “Gathering Storm”) asegurándole al escucha un recorrido estable a través de cada una de estas piezas.
Muchos tendrán su postura respecto al por qué este tipo de obras no deberían considerarse música y les sobrarán razones para calificar de infructuosa o aburrida su experiencia ante estas. Tal vez el hecho de adentrarse demasiado en los pequeños detalles que nos rodean a diario sea un ejercicio demasiado exhaustivo y abrumador -una sobredosis de realidad-; probablemente se deba a la disonancia cognitiva que se genera al estar expuestos a estímulos auditivos sin tener un referente visual, o simplemente sea por la sencilla razón de que estamos demasiado acostumbrados a los patrones musicales impuestos por la música popular. Pero, si podemos disfrutar de reality shows o de videos de gente reaccionando a los mismos estímulos que nosotros hemos experimentado alguna vez, ¿por qué la aversión a escuchar sonidos cotidianos en otro tipo de contextos?
Alguien por favor reviva a Baudrillard, pues no me alcanza la inteligencia para darle un cierre digno a esta reseña. Espero no cobre demasiado…