Elrío
El Corazón del Río
SCORE: 3.9 fedoras de 10
La nueva producción del conjunto de “artes musicales mixtas” sigue dejando en evidencia la falta de un estilo propio a pesar de toda la paleta de colores que utiliza.
Tijuana es sede de una infinidad de proyectos musicales, los cuales abarcan un sin fin de estilos; sin embargo, el común denominador parece ser la música alternativa en sus diferentes vertientes, como la electrónica, el rock, pop y -en menor medida- el ámbito experimental. Otros géneros como la trova, el jazz, la salsa o el folclor en general, cuentan con una presencia muy delimitada a ciertos espacios y eventos en específico; la convivencia de estos dos campos es casi nula, aunque hay ciertos actos que, con elegancia, son capaces de oscilar en distintas frecuencias, gracias a su versatilidad como músicos. Un ejemplo sería el sofisticado pop de Entre Desiertos, el cual realmente fusiona estilos que van desde rock progresivo, jazz, cumbia, etc. Otro punto a favor de esta agrupación es la habilidad que tienen para deshacer sus canciones y darles vida nueva; puede presentar una versión con orquesta de algunos de sus temas o una versión cruda y ruidosa, dependiendo del foro en el que se estén presentando, y aún así, por más deforme o irreconocible que sea el resultado, la esencia de la banda siempre se mantiene fija.
¿Po qué se abre esta reseña hablando de la versatilidad de otra banda? La respuesta es fácil: Elrío representa todo lo contrario.
Este conjunto folclórico de “artes musicales mixtas” parece sólo tener aceptación dentro de los espacios culturales del círculo bohemio donde reinan las fedoras, las sandalias y las camisetas del Ché Guevara, ya que en estos suele apreciarse más la pureza que la innovación, pues esta se ve como un intento desesperado por buscar la aceptación de la cultura popular. En el circuito de la música alternativa, Elrío no parece tener cabida precisamente por ese apego tan cuadrado a lo tradicional; ser víctimas de la tradición los ha mantenido al margen de poder expandir su público a otros sectores. Y no es que un mundo sea mejor que el otro; naturalmente ambos lados tienen exponentes vanguardistas que ven el progreso y exponentes que sólo se quedan estancados en los paradigmas idiomáticos del campo musical donde se desempeñan. Lamentablemente, este es el caso de Elrío, pues no logran aportar algún tipo de avance discernible para ninguna de las artes musicales que manejan.
El problema no es la música en sí, pues no se puede decir que sea -totalmente- mala, simplemente carece de personalidad. No hay algo que se pueda ligar completamente a Elrío como una entidad independiente de sus influencias y después de tres discos, uno no puede evitar preguntarse cuál es la intención tras esta banda. A pesar de que cada instrumento es ejecutado con precisión y el conocimiento de cada uno de los músicos es evidente, todo desemboca en composiciones que no son tan ricas ni diversas como la misma agrupación pregona.
La banda toca un estilo diferente en cada canción, demostrando que es versátil, pero es un logro a medias. Es fácil decir “esta será nuestra cumbia y esta será nuestra canción metalera“ (no, no hay metal en el disco), y si los músicos son talentosos -como es el caso- podrán pasar de un género a otro sin problema; el verdadero reto está en tomar de diferentes fuentes para formar algo nuevo. Todo lo que la banda nos presenta se siente como si estuviese manufacturado en distintas líneas de producción y las pocas instancias en donde Elrío pareciera querer probar suerte al unir piezas de distinto origen para ensamblar algo que en verdad tenga su firma, hacen que la canción se desmorone. Hay un sintetizador que se hace presente en dos temas (“Vamos a Cantar” y “Todos”) y la química entre este y la instrumentación orgánica es casi inexistente.
Esto hace que El Corazón del Río termine siendo un pastiche -tan literal como su portada- de los elementos más superficiales de cada género del que toman prestado; aunque todo es manejado cabalmente, en el mejor de los casos, las piezas suenan como réplicas promedio del trabajo de bandas y músicos populares: "Cumbia Sin Sol" suena a un tema de relleno de algún disco de Los Angeles Azules y aunque la línea de bajo en "Cada Vez" es bastante buena, podemos encontrar dinámicas similares en cualquier agrupación que tenga una ligera inclinación a un sonido ska; al final, el estilo está demasiado apegado a lo que La Maldita Vecindad o Panteón Rococó hicieron en su tiempo. “Vamos a Cantar” galopa a lo largo de cuatro minutos con un aire muy similar al de “No Hay Nadie Como Tú” o alguna pieza de Elefante o de Los Fabulosos Cadillacs. La sensación de déjà vu es devastadora.
Aunque la banda argumente que sus influencias pudieran pertenecen a un sofisticado y folclórico mundo subterráneo lejos de la música popular y más apegado a lo académico, el problema seguirá siendo la manera tan directa en cómo plasman sus ideas, y mientras sus piezas sean compuestas con tanto arraigo y apego a las reglas, escuchar a Elrío seguirá teniendo el mismo impacto que escuchar el banco de canciones de un teclado CASIO. Hay detalles de composición y producción que resultan bastante agradables, y aunque no son muchos, son efectivos y permiten ver que la agrupación pudiera dar (mucho) más, pero la mayor falla de este álbum es que Elrío simplemente no logra presentar un estilo consolidado a pesar de toda la paleta de colores que utiliza.