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Árbol

Estados de excepción


SCORE: 8 de 10

 
 

El artista peruano, Árbol, debuta con un disco en el que ni un segundo es desperdiciado; cada momento se siente crucial ya que refuerza lo que le sigue sin perder inercia, creando así transiciones ininterrumpidas. Árbol deja que todo se libere con moderación y sincronización.

El apodo artístico de Diego Faucheux no podría ser más apropiado. Cuando se nutre correctamente, un Árbol crece lentamente desde una pequeña semilla hasta convertirse en una estructura gigantesca y robusta que puede proporcionar sombra, comodidad y aire fresco, pero que también puede representar una fuerza potencialmente destructora si crece demasiado. En cierto modo, el debut de Diego bajo 1049 records (un sello que cofundó con Mauricio Moquillaza) se siente así: tallos cuidadosamente plantados que gradualmente alcanzan proporciones letales, pero que nunca se vuelven demasiado amenazantes debido a lo bien que están podados. Las texturas sonoras tienen cierta aspereza, pero Estados de excepción siempre mantiene su temple, nunca aturde ni llega a repentinas explosiones de caos ruidista.

"Región perpleja" abre y allana el camino para que el resto del álbum se mueva con facilidad. Esta pieza se siente enorme e inmensamente viva. Siempre en constante movimiento, su lento desplegar de vívidas texturas que se van tornando más complejas da la impresión de que la pista estuviera evolucionando ante nosotros, pasando de un organismo unicelular a un ser completamente formado. Es un ejemplo perfecto de cómo diferentes frecuencias pueden coexistir en una sola pieza sin hacer que esta se sienta saturada: la nota pedal que da inicio siempre está presente, sólo mutando en textura, mientras que los sonidos que se van manifestando parecieran emanar orgánicamente de esta.

Cada pista se siente como un movimiento de una sola pieza, pero también funcionan de forma independiente; hay suficiente cohesión y coherencia de track en track, y ninguno de ellos se siente incompleto por sí solo. Sin embargo, lo más importante es que no se pierde ningún segundo en todo el álbum; todas las canciones se desarrollan como escenas de una sola toma en las que debemos prestar atención, incluso cuando parece que nada está sucediendo. Cada momento se siente crucial ya que refuerza lo que le sigue sin perder su inercia, creando así transiciones ininterrumpidas. Diego deja que todo se libere con moderación y sincronización: es como una coreografía de sonido.

“Transparencias” establece perfectamente un punto de ruptura entre “Región” y la canción homónima, brindándole al álbum una sensación de familiaridad y matiz muy necesaria: virando más hacia territorio ambient, podemos escuchar una guitarra y algunas voces distantes que nos recuerdan que esta experiencia abstracta y altamente procesada sigue siendo humana en esencia. Esto se desvanece rápidamente una vez que comienza la pista de cierre. De estructura similar al track abridor, se siente como una extensión del mismo, pero sin tornarse redundante, lo que le da al álbum una narración circular.

Para hacer fact-checking, contacté al propio Diego para que me platicara respecto a las herramientas y técnicas empleadas en el álbum. Hubo un punto donde incluso le confesé que me habría gustado que el álbum hubiese durado más, pero después de repetidas escuchas, concuerdo con la decisión de mantenerlo -relativamente- breve. Más canciones podrían haber hecho que el álbum perdiera el rumbo, y presentar tracks más extensos podría haber resultado agotador, pues a pesar de todo el dinamismo que tienen estas piezas, la exploración sonora -en general- tiene un punto límite antes de tornarse en mera autocomplacencia. Afortunadamente, Árbol demuestra que no tienes que recurrir a obras exageradamente titánicas para causar impacto, pero hey... si alguna vez decide seguirle la ruta a Bull of Heaven, Natural Snow Buildings o Merzbow, con un álbum que abarque más de seis horas, con gusto acepto el reto.