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J. Zunz

Hibiscus


SCORE: 8.8 de 10

 
 

En su segunda placa en solitario, J. Zunz brinda piezas oscuras y con mucha textura, mezclando gélidas modulaciones con breves ráfagas de feedback y voces hipnagógicas, para crear una hermosa sensación ajena a este mundo. Hibiscus es una continuación más que digna -y que incluso supera- a aquel exitoso debut que fue Silente.

En 2017, Lorena Quintanilla debutó con Silente, su primera incursión musical fuera de Lorelle Meets the Obsolete, el aclamado dúo del que es co-fundadora. Bajo el mote J. Zunz, Quintanilla logró algo que no todos los integrantes de proyectos consolidados pueden al lanzarse como solistas: entregó un set de canciones que se alejaban por completo del sonido estándar de su agrupación primigenia, pero que a su vez profetizaban lo que vendría para ésta. Tanto Lorelle como Lorena se vieron beneficiadas por este crecimiento, ya que sirvió para pulir esas habilidades de manipulación sonora que desembocarían en De Facto (2019) -el disco más experimental de LMO hasta la fecha- y en Hibiscus (2020), su segundo metraje en solitario.

Las bases de Silente aún estaban enraizadas en la dinámica dream-pop/psych-rock, pero Lorena demostró ser muy minuciosa en cuanto a los detalles sonoros, lo que resultó en una obra inmersiva, expansiva y verdaderamente psicodélica —más de lo que había logrado con Lorelle. En Hibiscus, estas características se intensificaron, y al optar por deshacerse de la parte rítmica para mantenerse a flote en el éter, Zunz realmente logró crear una hermosa sensación ajena a este plano, gracias a gélidas texturas de sintetizador, guitarras deformes y cataclísmicas, breves ráfagas de feedback y voces hipnagógicas. Sólo una canción en todo el álbum (“33:33”) se siente como un guiño a los momentos pysch/desert de antaño, sin embargo, el track cuenta con un giro interesante antes de entrar en modo Jane Weaver.

La voz destaca por ser el eslabón más débil, pues carece de rango, incluso al estarse usando como una textura más. A estas alturas, la narcótica femme vox es un elemento que ha perdido el encanto que alguna vez tuvo, y su monotonía palidece en comparación con la amplia gama de sonidos que Lorena invoca a su alrededor. No obstante, es difícil decir que afecte de manera negativa ya que funciona con la estética del álbum, y esos gritos distorsionados en “Júpiter” se sienten como un necesitado -y apreciado- desvío. Esos efímeros momentos de dureza le dan a Hibiscus un toque quasi power-electronics; "Jupiter" incluso tiene un ligero parecido con Deutsch Nepal. “America is A Continent" podría ser una de las mejores canciones de Zunz hasta el momento, gracias a que la combinación de lo oscuro, lo abrasivo y lo onírico se maneja perfectamente, y se agradece que haya evitado tomar prestado de MBV o Bardo Pond para lograrlo.

Se dice que las secuelas nunca son tan buenas como el original, pero este LP podría ser uno de esos raros casos en los que esa consigna es inválida, pues Lorena logró mostrar un crecimiento significativo sin tener que desviarse demasiado de su sonido inicial. Se puede decir que ambos álbumes son similares, pero es su naturaleza lo que marca la diferencia: a pesar de su diseño de sonido inventivo y abstracto, Silente se seguía sintiendo terrenal, mientras que Hibiscus es una obra completamente celestial, y como todo lo relacionado con los cielos, está llena de momentos inquietantes envueltos en un misterio incomprensible a pesar de la tranquilidad y plenitud que impera. Es bajo esta estética más inclinada a lo incorpóreo donde Quintanilla realmente brilla.