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Sula Bassana

The CV Sessions


 
 

por David Cortés

El músico alemán Dave Schmidt mantiene viva la llama de estilos como el krautrock y la Kozmische muzik gracias a atmósferas espaciales, guiños a la electrónica setentera en una épica obra que se suma a su largo catálogo como solista.

¿Qué hay de nuevo en el space rock?, ¿en el krautrock?, ¿en la Kosmische muzik? Probablemente nada… y no obstante, a la manera de Galileo, podemos afirmar que se mueve, no a partir de un revival, sino gracias a quienes se han dado a la tarea de mantener viva la llama.

Es el caso de Sula Bassana (aka Dave Schmidt), prolífico músico que además de ser parte de Electric Moon y Zone Six, entre otras agrupaciones, cuenta con abundante trabajo en solitario.

Su más reciente grabación, CV Sessions, no sólo hace referencia a los tiempos pandémicos, también es un guiño a los cables de control voltage con los cuales conectó y moduló el equipo analógico (sintetizadores, bajos, melotrones, etc.) que empleó en la producción.

Aunque no se trata de un trabajo conceptual, los temas, o  los títulos al menos, parecen contar la historia de una travesía en donde un glissando marca la intro (“A nice constellation of the planets”), cual si se tratara de un despegue que luego tomará un pulsante ritmo del sintetizador que enlaza con “Wtf?”, un corte con algunos tintes épicos y cuyos efectos nos llevan a soñar que estamos en otro planeta. “Wollschweber” imprime tonos misteriosos con ecos de un blues lento, bucólico, triste de parte de la guitarra, misma a la que a veces le da por algunos punteos sueltos que le imprimen más profundidad y soledad a la composición.

“Ruins of civilization”, el track más largo de esta entrega, resume los ideales no sólo de Bassana, sino de toda una vertiente sonora. Aquí se despliega esa atmósfera espacial, no del todo viajera de la música electrónica, perlada de efectos, sonidos incidentales, ritmo omnipresente, melodía amable a veces cercanas a la new age y que envuelve paulatinamente al escucha y lo sume en un universo en donde surgen una multiplicidad de imágenes, universo que poco antes de la mitad comienza a dominar la guitarra para convertirse en un hoyo negro más adelante que alcanza su propio Big Bang, un vigoroso ritmo en la vena de la old school de la electrónica setentera, como pulsar el acelerador para alcanzar la velocidad de la luz.

“Foggy forest” es un tema difuminado en donde la guitarra está preñada de ecos country, de sitios agrestes y desiertos; mientras “Tick attacks!” es desolación absoluta y amplios espacios, como lo es también “Little birdy” y “They have landed and they come in colors” es efectivamente como un desembarco multitudinario donde lo mismo hay expectativa que confusión. “Der Traurige essigfisch” cierra el álbum —la edición en vinyl (Pancromatic Records) incluye un corte extra—, una composición atmosférica, plácida, enigmática, como si la llegada a ese mundo promisorio confirmara que se trata en realidad de un misterio.

Ideal para viajar al interior de tu cerebro o fuera de tu cuerpo.