Braulio Lam

 

Lam presentó un cautivador set frente a un modesto público en Café Páramo. Al igual que con su trabajo de estudio, lo que el artista presenta en vivo posee una fidelidad tan alta, que resulta imposible que todas esas texturas y grabaciones de campo no estimulen la parte visual de la audiencia.


La costumbre dicta que, al asistir a un evento musical, lo que se va a presenciar es a un conjunto de músicos ejecutar sus instrumentos con el fin de que estos reproduzcan notas. Estas notas estarán ordenadas en secuencias que resultarán reconocibles para la mayoría de los presentes, incitándolos a emular las melodías con la voz o en caso de que las piezas cuenten con letras, el público irrumpirá en una sola voz. Puede que haya más de un miembro de la audiencia que decida moverse al compás de uno de los temas, contagiando su energía a los demás. Salvo algunas diferencias basadas en géneros musicales, este tipo de imágenes o escenas son las que están arraigadas en el imaginario de muchísima gente cuando se habla de conciertos, sin importar la magnitud de dicho evento.

IMG_20191116_212834.jpg

Puede ser que el hecho de ver un setup que en vez de instrumentos tenga muchos cables, computadoras y otros artefactos haga que el performance posea el mismo encanto que ver a un ingeniero en sistemas arreglar tu computadora, en especial cuando toda la magia se suscita a base de clicks y de girar perillas; es entendible que eso pueda resultar poco atractivo para quienes aún tengan esta noción de que "concierto=fiesta" o "tocada=fiesta", pero así como una computadora puede ser reconfigurada para mejorar su rendimiento, los artistas que se valen de estas herramientas reconfiguran nuestra perspectiva sobre lo que es la música y cómo esta puede presentarse al público.

Tijuana es muy buena para dos cosas: electrónica trendy e inofensivo psych-pop trendy. En el medio radican esos renuentes seres con un transgresor espíritu individualista que se rehúsan a figurar dentro de los rangos de la mafia indie o de esa élite con una excitación perpetua por los sintetizadores; los que logran traer algo substancial a la mesa, en lugar de existir sólo porque pueden.

Braulio Lam es uno de esos seres.

Esta fue la primera vez que pude asistir a un show de Braulio, y todo apuntaba a ser una noche perfecta. Tomando en cuenta que muchos de los eventos pasados se habían llevado a cabo en recintos poco favorables y con un público poco respetuoso, Café Páramo fue una sede bastante ad hoc para el artista. Este local está evolucionando considerablemente y su fuerte radica en fungir como un espacio que favorece a proyectos más bohemios, académicos o que simplemente se desvían de la media. En teoría, debería tratarse de un excelente lugar para una noche de ambient; sin embargo, su mayor encanto también es su mayor defecto. La pequeñez del espacio se presta para un ambiente muy íntimo, pero resulta un poco incómodo intentar disfrutar de la música cuando se traspasan los sonidos de lo que está sucediendo en la barra. Claro, si lo tomamos con una postura Cageiana o Russoliana, esos ruidos pasan a formar parte de la pieza en curso y la experiencia se enriquece, pero dudo mucho que la intensión de Páramo haya sido complementar las canciones con el choque de utensilios, las voces de baristas atendiendo o máquinas de café haciendo su función.

IMG_20191116_210633.jpg

Es obvio que el local no detendrá sus labores por un show, y afortunadamente la molestia no duró mucho tiempo.

Haciendo esas pequeñas molestias a un lado, el set que, con toda serenidad, Lam presentó ante su atento público fue cautivador. Al igual que con su trabajo de estudio, lo que el artista presenta en vivo posee una fidelidad tan alta, que resulta imposible que todas esas texturas y grabaciones de campo no estimulen la parte visual de la audiencia, incluso aunque no se tenga muy claro lo que se está escuchando. Los pocos presentes nos encontrábamos ahí por gusto y esto no pasó desapercibido por Braulio, quien se notaba cómodo, entregado y, muy a su manera, agradecido por la atención que recibía.

Ver a al músico en vivo fue comprobar mi tesis respecto a su minucioso enfoque al detalle. Aunque era claro que había ciertos detalles que se iban armando en el momento, el set siempre se sintió con un rumbo fijo y en ningún punto hubo indicios de estancamiento o desorientación por parte del compositor. Hubo instancias de drone, de ambient puro, minimal techno y de ese dub mutante y tímido del que ya tuvimos una probada en su más reciente álbum.

Queda claro que estos son los géneros donde Lam se siente cómodo, pero, hasta el momento, aún no muestra señales de que su obra se esté tornando redundante. Al contrario, con Long Exposure demostró un gran avance y este aún sigue en crecimiento.

Este set fue intrigante y emotivo, como una película noir con una complicada trama que te exigía ponerle atención para no perder ni un detalle.

 
Jorge CastroComment