Gracias a su estructura frankensteinesca, este álbum tiene un encanto extraño y extravagante; todo está envuelto en una elegante complejidad, especialmente la ejecución de la guitarra, por la cual este artista ya ha sido previamente elogiado.
Bob Ross tenía razón. Los accidentes felices existen, y por primera vez en mi vida me ha tocado experimentar uno. Cuando me topé con este álbum - el debut homónimo de Flanafi-, mi primera impresión fue que podía trarse de una joya oculta del rock progresivo setentero por el arte de su portada. Y fue así como lo abordé, con toda la esperanza de poder impresionar a mis amigos progres y finalmente ganarme su aceptación.
Imaginen mi sorpresa al comenzar la primera canción. Tras escuchar la soltura rítmica y esos "oh, yeah" al comienzo de "Inner Urge", pensé: “Por favor, no. ¿Otra banda que quiere montar la exitosa ola del slacker-rock y el neo-soul? Ya hemos escuchado suficiente de eso.” Pero a medida que avanzaba el álbum, el buen augurio de Bob Ross entró en juego, e inundado por una bruma de gloria inconexa, se hizo evidente que este LP estaba lejos de ser una obra fácilmente clasificable.
Sí, hay partes que suenan a esto y partes que suenan a aquello, pero gracias a su estructura frankensteinesca, este álbum tiene un encanto extraño y extravagante: tiene guitarras math-rock-r&b y ritmos angulares, con mucho énfasis en el groove; cuenta con una laxa producción lo-fi y un jovial toque de neo-soul, pero sin dejarse contaminar por las tendencias. Flanafi se mueve por todo el álbum con una actitud despreocupada, pero no es, en ningún sentido, descuidado; suena como si D'Angelo hubiese decidido no volver a salir de su hogar, para producir Black Messiah directamente desde la comodidad de su cama. Todo está envuelto en una elegante complejidad, especialmente la ejecución de la guitarra, por la cual, Simón Martínez -mente maestra detrás de Flanafi-, ya ha sido elogiado previamente.
Los halagos son bien merecidos, ya que Martínez tiene un estilo bastante distintivo, con cierto parecido a cómo Curtis Mayfield ejecutaba el instrumento. Los acordes y arpeggios se deslizan con facilidad, trazando complejas figuras en medio de pasajes tranquilos, pero su dificultad nunca termina acaparando el foco de atención. Es un virtuosismo discreto, uno que se también se trasmina a la composición en general.
Fuera de su producción (la cual se mantiene similar a lo largo del álbum), todas las piezas tienen un común denominador: todas fluyen con extrañeza, como si Martínez hubiese estado improvisando al mismo tiempo que iba grabando las canciones. Sin embargo, estas cuentan con una estructura bien definida; no son sólo el resultado de una composición azarosa. "Inner Urges" circunda en torno a sus versos y coros, pero cada vez que volvemos a cualquiera de ellos, se nos presenta algo diferente, aunque estos cambios no siempre sean obvios.
"Gonna Spend The Rest of My Days" y "Hunting" sufren por su parecido a Thundercat -especialmente la primera, ya que “Hunting” eventualmente se deslinda de esa influencia-, pero se trata de un desliz fácil de ignorar, debido a que esas canciones están abarrotadas entre tracks que representan los momentos más fuertes del álbum: el hermoso laberinto de "Necessary Beams" con sus guitarras jazz y su voz suave y distante; la frescura rústica de "Whistler"; la genialidad onírica y frágil de "Give Your Kid a Weapon" (que cuenta con el mejor uso de guitarra y voz en el LP) y el divertido -casi irónico- funk metal de "Miles and Miles of Smiles".
Antes de transformarse en Flanafi, Simón conformaba la mitad del dúo Pulgas, y se puede decir que esto es una mera extensión de ese sonido. ¿Se le puede acusar de falta de rango? De ningún modo. Se trata del primer paso hacia un nuevo camino. ¿Podría beneficiarse de una mejor producción? Totalmente. Pero, incluso si ayudara al oyente a apreciar mejor todos los adornos que se encuentran debajo de la superficie, su crudeza actual no distrae, ni afecta la vitalidad de las canciones. Flanafi proyecta jactancia, pero también autoconciencia, y este equilibrio es lo que mantiene sus composiciones con los pies en la tierra. Si la intención era abrir nuevos caminos, todavía le queda bastante por recorrer, pero eso es algo que Simón sabe. Simplemente se está tomando el tiempo para disfrutar el paisaje, tal como nos enseñó nuestro querido Bob Ross.