Rodrigo Ambriz

Ruinas y Casamatas

Independiente, 2022


 
 

Sin sonar anticuado, Ruinas y Casamatas nos remite a obras tempranas de la musique concrète, en las que las texturas y timbres abundaban formando collages sonoros para contar una historia o simplemente para invitar a apreciar el sonido como tal.

Rodrigo Ambriz es un artista que realmente logra resaltar las posibilidades del tape como instrumento, y esta placa nos remite a esas obras de antaño, de los inicios de la musique concréte, en las que la curiosidad era el principal motor, donde las texturas y timbres abundaban formando collages sonoros para contar una historia o simplemente para invitar a apreciar el sonido como tal.

Pensar en términos formales para hablar de Ruinas y Casamatas es inútil o incluso hasta podría resultar ofensivo, pero sí vale la pena mencionar lo bien que fluye cada una de las piezas. Su andar no es precisamente errático, pero todas tienen una cadencia bizarra y bastante hipnótica debido a todos los detalles que van apareciendo sobre la marcha. Todo está en constante movimiento y no hay momentos en los que se sienta como si Ambriz hubiese perdido la ruta quedándose estancado en un loop que se torne cansado. Esto hace que Ruinas y Casamatas se sienta como de lo más accesible -y uso esta palabra con mucho cuidado- que el artista ha hecho hasta la fecha, pero sin sacrificar la esencia extrema que lo ha identificado desde sus inicios; todo sigue ahí, aunque sea presentado de diferente forma, tal vez ya no tan gutural. Y es que la voz, uno de los elementos inherentes y más reconocibles de la obra de Rodrigo, está ausente casi por completo, o al menos no está en el plano principal, donde sus gruñidos, gritos y demás contorsiones fonéticas solían brillar. Ahora quedan atisbos de vociferaciones lasceradas que embrujan con su presencia casi imperceptible, como escurridizas manifestaciones psicofónicas que se esfuman al momento en que se intentan descifrar.

Esta dinámica sans vox ya se empezaba a notar desde La Impaciencia de los Abismos (2020), pero ahí aún había un par de tracks donde la voz seguía sonando con fuerza; sin embargo, este nuevo rasgo no es algo que afecte de manera negativa, pues es señal de la evolución y la constante búsqueda de nuevos canales de expresión por parte de Ambriz, así como de su entrega total a la exploración del sonido y su maleabilidad.