Pauline Oliveros and Alan Courtis
Telematic Concert
SCORE: 7.5 de 10
Publicado 10 años después de llevarse a cabo, Telematic Concert documenta una colaboración en vivo entre dos personas inusuales en un contexto también muy inusual: Pauline tocando su acordeón en Nueva York mientras Courtis manipula electrónicos y toca la guitarra desde Buenos Aires.
Buenos Aires, 1992: la compositora, filósofa musical y pionera en general, Pauline Oliveros, conoció a algunos miembros de uno de los proyectos latinoamericanos más singulares que el mundo jamás ha escuchado, mientras daba uno de sus famosos y esenciales talleres de Deep Listening. Así lo plasma el guitarrista Alan Courtis: "Recuerdo un ejercicio llamado ‘Ángeles y demonios’, en el que todos los participantes caminaron echando demonios y ángeles a través de sus voces. La sala estaba llena de presencias sonoras. Esta experiencia inspiradora fue el punto de partida de una amistad que se ha mantenido desde entonces".
Debido al agudo sentido de curiosidad de Pauline y a su insaciable necesidad por explorar nuevos sonidos, este vínculo no se limitó exclusivamente a lo emocional; afortunadamente, de esta relación resultaron dos colaboraciones musicales: la primera en 1999, con Reynols interviniendo la presentación que Pauline ofreció como cierre de su taller (la cual fue grabada como bootleg por la banda); el segundo, fue una colaboración improvisada en directo acompañada de Courtis, que finalmente está viendo la luz gracias al sello Spleen Coffin.
Publicado 10 años después de llevarse a cabo, Telematic Concert documenta una colaboración en vivo entre dos personas inusuales en un contexto no menos inusual: mientras Oliveros tocaba su acordeón amplificado dentro de las instalaciones del Deep Listening Institute en Kingston, Nueva York, Courtis estaba respondiendo desde la comodidad de su propia casa en Buenos Aires. Actualmente, esta configuración suena muy familiar, pero en 2009 no era tan común que las colaboraciones en vivo no fueran presenciales, y era aún menos frecuente que los participantes estuvieran en diferentes países mientras tocaban. Tanto Oliveros como Courtis parecían no tener preocupación alguna respecto a las limitaciones de la tecnología streaming del momento e incluso con un lag considerable, Telematic Concert se siente fluido y cohesivo. Tal fue el compromiso de mantener este álbum tan fiel a cómo se suscitó originalmente, que incluso podemos escuchar a la gente toser.
Pauline se separa del lado más sublime y meditativo por el que su trabajo es conocido, y en cambio nos somete a fuertes ataques sonoros emanados desde su acordeón, y que reciben un impulso adicional gracias a los frenéticos estallidos de Alan mediante el uso de varios objetos. Hay un uso extremo de manifestaciones atonales que invitan al oyente a un estado de introspección, pero esta no viene exenta de obstáculos. Cuando alcanza sus momentos cacofónicos más altos, esta obra se siente como la banda sonora de un viejo filme expresionista, y la escena que se supone que deberíamos estar viendo es la de un desastre total (en el mejor sentido de la palabra).
Ambos partícipes realmente se alimentan entre sí con una sincronía perfecta incluso en sus momento más ruidosos, pero brillan más cuando llevan las cosas a un terreno más moderado. La segunda pieza se siente como la calma después de una tormenta, creando un estado de suspenso, como si la historia que nos cuentan se hubiera presentado al revés, mostrándonos primero el final, y ahora estamos presenciando los eventos que condujeron a ese crescendo aterrador del primer track. El acordeón de Pauline mantiene duraciones extendidas en el registro inferior e irrumpe en ligeras explosiones en el registro alto, creando feedback que viaja a través de la habitación, envolviendo todo lo que está adentro; las manipulaciones electrónicas de Courtis crean un contraste con el estoicismo de Pauline, con texturas vibrantes que rebotan en el espacio creado por esas gigantescas notas prolongadas.
Para los oyentes casuales, lo que se presenta aquí puede no tener ningún tipo de impacto emocional, y para las personas con un conocimiento muy superficial de la música experimental, esta sesión puede carecer de algún sentido de innovación; sin embargo, tengamos en cuenta que Pauline es una de las pioneras de este tipo de ejercicios musicales y estos suenan como lo hacen precisamente por su aporte. Dicho esto, sería comprensible si alguien decide descartar esto como otro ejercicio de improvisación en el catálogo de Oliveros, pero sus pros superan a los contras. En general, la dinámica lograda por Courtis y Pauline puede no haber resultado en algo muy distintivo, pero sigue siendo una experiencia grandiosa y fascinante; y, siendo sinceros, no podríamos haber esperado menos de estos dos personajes altamente idiosincrásicos.