A FONDO: Andrés Nuño de Buen

 
 

por Diego Lozano Verduzco

Digna de ser considerada una obra importante en el repertorio de la música de cámara contemporánea mexicana, “Estela” es una navegación que emerge de pequeñas construcciones individuales, pero que en su desenvolvimiento generan un oleaje más complejo, revelando rastros, huellas y trazos.


Concebida por el compositor Andrés Nuño de Buen a lo largo de cinco arduos meses, “Estela” fue posteriormente trabajada y estrenada en la residencia Concertlab en Saint Jean d'Angély, Francia, donde Nuño tuvo acceso a asesorías con el compositor argentino Martín Matalón, así como la oportunidad de convivir e intercambiar ideas con los músicos de los ensambles y otros jóvenes compositores que participaron en el taller. Cabe mencionar que en ocasiones, la actividad del compositor puede ser un tanto solitaria, sin embargo, mediante la retroalimentación con los intérpretes y el director, logró perfeccionar la partitura y permitirse entrar al flujo de la colaboración artística.

El título hace referencia a los rastros que deja tras de sí un cuerpo en movimiento y esta idea se expresa minuciosamente en los múltiples gestos sonoros que construyen el flujo general de esta obra. Se trata de un largo y continuo movimiento que emerge de pequeñas construcciones individuales que en su desenvolvimiento, generan un oleaje más complejo, dejando rastros, huellas y trazos. Digna de ser considerada una obra importante en el repertorio de la música de cámara contemporánea mexicana, “Estela” sigue la línea de la historia de piezas de relacionadas con el agua, y que en distintos momentos nos recuerda a “Vox Balaenae”, de George Crumb y a “Towards the Sea“ de Tōru Takemitsu.


Tōru Takemitsu


Es importante recalcar el concepto central de la obra y la manera en la que el compositor lo desarrolla: al objeto sonoro se le otorga corporalidad, escenificación e incluso personalidad visual y sonora a la parte electrónica, que a su vez, construye un lazo profundo con los instrumentos acústicos. “Estela” está compuesta para ensamble de cámara (flauta, oboe/corno inglés, saxofón bajo en Bb, trompeta en C, percusiones, vibráfono, arpa, piano, acordeón, viola y violonchelo), electrónica y objetos como una hoja de poliestireno que produce un sonido tipo “brown-noise“ que emite pocos parciales pero es muy rico en frecuencias bajas; una lámina de cobre con mucha energía en los registros graves y medios; una tira de latón con la cual se busca un sonido claro y zumbante, y por último, una hoja de aluminio que produce sonidos agudos y estruendosos con mucha energía en las frecuencias altas. Estos objetos le permiten al compositor jugar con distintos timbres y combinarlos de múltiples maneras con los instrumentos acústicos, ofreciendo una experiencia musical fluida, inesperada, siempre interesante y cambiante.

La electrónica consiste en un conjunto de muestras de audio pre-grabadas, que provienen de los mismos instrumentos que constituyen el ensamble, y que posteriormente fueron trabajados y manipulados mediante filtraciones y técnicas de síntesis con Super Collider. Estos se disparan con un pedal MIDI (ejecutado por alguno de los instrumentistas), conectado a una computadora mediante una interface y mezcladora MIDI. Los sonidos se reproducen a través del software, mediante cuatro transductores que van pegados a los objetos ya mencionados, los cuales se encuentran suspendidos en el aire y que propagan el sonido creando resonancias muy particulares. Como resultados de la filtración de frecuencias, de los espectros de los sonidos surgen otros que se aproximan más a ondas sinusoidales. Al ser amplificados sobre las láminas, estas ondas se desenvuelven y se construyen en sonidos más complejos y con mayor cantidad de energía.


Foto de Il-Woong Seo y Vladimir Aranda Rosales


La relación intrínseca que se da entre la electrónica y los instrumentos está vinculada por un trabajo compositivo extremadamente meticuloso, en el cual el compositor parte de la experimentación sonora con instrumentos acústicos y herramientas de tecnología musical, para hacer surgir un vaivén y un paralelismo constante de trabajo entre un eje y otro. Mediante esta oscilación surgen gestos musicales sumamente interesantes y armónicamente ricos, que dan precisamente la cualidad acuática de la pieza. Además, la finísima orquestación de los gestos sonoros añade aún más complejidad textural y tímbrica a las estelas.

Por otro lado, otro factor elemental que funge como un punto de bisagra entre la electrónica y el ensamble, es la participación del arpa, a la cual se le pide excitar las cuerdas con un diapasón de 440 Hz con un movimiento deslizante (como glissandi con un slide de guitarra) genera armónicos naturales, produciendo ondas simple que crecen y decrecen en amplitud.


Fotos de Il-Woong Seo y Vladimir Aranda Rosales


Mediante un método de trabajo que entreteje múltiples recursos compositivos, el compositor se mueve en una concomitancia entre un polo y otro, logrando expresar fielmente el movimiento inestable y continuo de las estelas. En ellas, tal como sucede en los rastros que deja un objeto en movimiento sobre el agua, surgen brillos, destellos y reflejos que son representados por movimientos cromáticos y microtonales muy detallados, dentro del campo abierto de la atonalidad libre. Por momentos distinguimos diferentes sonoridades armónicas, ya sean acordes mayores o clusters, que evocan la sensación de un estiramiento constante entre densidad y apertura cordal, pero siempre envueltos en una navegación constante. Dado que la forma en la que está tratado el ensamble es como si fuera una sola gran masa sonora, es interesante notar también la idea de mimetización o emulación entre los instrumentos acústicos y los electrónicos. En ocasiones es difícil distinguir un instrumento de otro, o un instrumento y un sonido producido por los objetos materiales colgantes.

Es difícil hablar de la estructura y la forma de la pieza, y hasta cierto punto, no tiene sentido. Se recomienda escuchar la pieza como una obra acusmática que nos sugiere apreciar las propiedades sonoras de los objetos, mas que recopilar información musical. De tal modo, la música nos sugiere inclinarnos a pensar, en palabras del compositor, “en una música de cámara electrónica”. Las estelas, compuestas por los grandes gestos sonoros que descansan intermitentemente en calderones y estiramientos de tiempo, dan una sensación de flujo constante. La audiencia se vuelve parte de las estelas, moviéndose y navegando con ellas.




 
Jorge CastroComment