Deformando la obscuridad: antes del post-black metal y el blackgaze

7 lanzamientos que ayudaron a expandir un controversial género

 

Desde el lanzamiento de Sunbather, la postura general ante el black metal -uno de los géneros más herméticos y controversiales- cambió por siempre y se tornó en algo que sus fundadores siempre habían rechazado: una tendencia. Sin embargo, esta infame cultura ya contaba con proyectos que desafiaron la norma, incluso desde sus inicios.


Cada que un paradigma cambia, siempre hay una reacción inicial de rechazo o un cierto titubeo para aceptarlo, y en ciertas ocasiones, esta postura reaccionaria y defensiva es entendible: cuando un colectivo logra formar y solidificar su propia personalidad con sus respectivos rituales, costumbres y mitología, el hecho de ver que estas vayan siendo adoptadas por agentes externos sólo para ser utilizados en contextos para los que no fueron creados originalmente puede causar recelo y resentimiento; después de todo, forjar una identidad a nivel individual ya es una tarea difícil, y resulta aún más exhaustivo poder crear, y mantener, toda una cultura.

En el ámbito musical, esto suele suceder con los géneros que van de la mano con ciertas conductas y actitudes, puesto que la música trasciende lo sonoro y pasa a convertirse en un estilo de vida para muchos. Las estéticas se crean y se lucha por mantenerlas lo más puras posibles y cualquier intento de mezclar elementos de géneros foráneos es mal visto. Una de las subculturas más infames debido a su renuencia y su naturaleza hermética en este aspecto, es la del metal; y si ahondamos en las diferentes ramas que se desprenden de esta estirpe, la sección que más se distingue por este rechazo a lo heterogéneo, es el black metal.

No profundizaremos en la historia ni en la anatomía de este género, pues hay sobrada información al respecto. Sin embargo, vale la pena recalcar que -aparte de su estética bastante definida- uno de sus elementos más importantes es el esfuerzo inhumano que se hace por no cruzar del inframundo a la superficie y mucho menos al mainstream. Tampoco podemos hablar del black metal sin hacer mención de su necesidad de mantenerse lo más esterilizado posible; tomar la bandera de esta subcultura y ondearla al lado de emblemas pertenecientes a otros géneros es un crimen imperdonable, y es precisamente esto lo que le ha valido a muchas bandas -que, por lo general son aclamadas por la crítica y el público- ser el hazmerreír de la escena black metal.


Géneros como el post-rock, shoegaze y screamo jugaron un rol importante en el desarrollo de esta nueva estética que dejaba atrás las portadas fotocopiadas en blanco y negro, el corpse paint y la filosofía de NO FUN, NO CORE, NO MOSH, NO TREND (y en muchos casos, las posturas nacionalsocialistas); sin embargo, también se debe tomar en cuenta que, desde sus inicios, el infame género ya se codeaba con otros estilos: Burzum tomó un rumbo más inclinado hacia el folk y el ambient durante y después de su encarcelamiento; Emperor recurrió a fanfarrias sinfónicas para acompañar sus blast beats y tremolo picking; Abruptum y sus piezas amorfas que se balanceaban terriblemente entre el noise y el ambient, y Lord Aäkon Këëtrëh podía llegar a sonar hermoso, melancólico y aterrador al mismo tiempo, sólo acompañado de su guitarra, la cual fluctuaba entre desafinados arpeggios con un tono limpio y frenéticos rasgueos llenos de fuzz.


 
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Entonces, si los mismos precursores del género ya lo estaban llevando por rumbos distintos, ¿por qué el odio hacia bandas como Alcest, Deafheaven, Wolves in the Throne Room, Liturgy y derivados? La comunidad black metal es una que porta su elitismo con orgullo, pues lo ven como una especia de control de calidad y el hecho de que estas agrupaciones llegaran de la nada y comenzaran a tomar prestada una estética que no les pertenecía, no tardó en generar acusaciones de apropiación. Esta nueva estirpe de proyectos han sido acusados de transformar algo que no debía ser aceptado y escuchado por todos, en un producto para ser consumido en masa; obviamente, el hecho de que páginas como Pitchfork promovieran a Deafheaven y WITTR como “Best New Music” tampoco ayudaba.

Esa postura reaccionaria es subjetiva y dependerá de cada quién alinearse con el bando que desee. En lo personal, aunque con cierta reserva, puedo simpatizar con el recelo de la escena black metal, en especial en lo que concierne a estas bandas en específico: aunque el máximo pecado de WITTR es ser un clon de Weakling y Ulver, considero que Deafheaven tuvo su pico precisamente con Sunbather; a partir de ahí, su fórmula feliz-oscura ha llegado a niveles de auto-parodia, al punto de haberse convertido en lo que Blink 182 fue para el punk; en lo que respecta a Liturgy, su ambición es bastante admirable pero no está exenta de justificaciones que pueden rayar en lo pretencioso (véase el infame manifiesto de Trascendental Black Metal).


 
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Sin embargo, hay una postura más objetiva con la que más de uno puede estar de acuerdo, y esta alude al hecho de que lo que hacen estas bandas es simplemente una extensión de exploraciones idiomáticas que ya se llevaban a cabo desde los 90s. Eso no les quita impacto o les resta calidad, pero es entendible que muchos ávidos miembros del círculo black metal - o escuchas en general- no hayan quedado impresionados.

He aquí un breve listado de algunas agrupaciones ligadas a este polémico movimiento, pero que decidieron darle un giro estético, deformando la densa oscuridad que los envolvía para enviar algo totalmente irreconocible desde el abismo:



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SIGH - SCORN DEFEAT (1993)

Japón siempre le ha dado un toque distintivo a los géneros que adopta. Ya sea punk, noise, o incluso el pop, pareciera que la misión de los artistas nipones es siempre llevar todo a su capacidad máxima y Sigh lo hizo con el black metal, extendiéndolo a un nivel absurdo. No hay que ver más allá de “The Knell”, que pasa de un intro en clavicordio, a un black metal con frenesí thrash (solo de guitarra incluido) a un épico y -exageradamente- adictivo breakdown que suena bastante moderno por sus texturas atmosféricas y acompasado tempo muy apegado al doom. Aparte de su inigualable sonido, a esta banda la respalda el hecho de que este álbum, su EP debut, fue lanzado en el infame sello Deathlike Silence.


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FLEURETY - MIN TID SKAL KOMME (1995)

Desde que comienza el álbum, su influencia en lo que estaba por venir ya es bastante obvia. “Fragmenter Av En Fortid”, el track con el que -delicadamente- arranca Min Tid Skal Komme tiene los cimientos sobre los que una obra como Sunbather se construyó: guitarras limpias emitiendo melancólicos acordes, una expresiva batería que se adapta a cada cambio de humor, canciones largas con un enfoque en la textura y esa dicotomía entre la furia y lo onírico, blast beats y tremolo picking; entre la alineación aparecen voces femeninas las cuales aumentan el aura etérea. Hay bastantes cambios de tempo que son muy bien manejados, dándole un ligero toque progresivo; incluso hay un brutal pasaje donde se recurre a la técnica del slap en el bajo (“Englers Piler Har Ingen Brodd”). Ni en sus momentos más estridentes Min Tid Skal Komme resulta aterrador o demasiado oscuro; en cambio, juega con el espectro emocional. No hay mucho qué decir, la relevancia y trascendencia temporal se explican por sí solas.


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ULVER - BERGTATT (1995)

Todos conocemos la historia de Ulver, o al menos estamos familiarizados con su controversial metamorfosis de aclamada agrupación de black metal a un sonido más orientado a lo electrónico, que tuvo sus mejores momentos con Blood Inside (2005) y Shadows of the Sun (2007). Bergtatt fue el álbum debut del conjunto noruego, e inmediatamente se convirtió en un presagio de la inminente evolución del black metal a post-black metal (aunque no se le conociera así en esa época), al mezclar pasajes de guitarra acústica, voces limpias acompañadas de blast beats y acelerados riffs que, a pesar de su uso de distorsión y su agresivo ataque, encerraban cierta fragilidad y melancolía (elemento que fue exagerado posteriormente por los practicantes del blackgaze). Ulver creó una cautivante obra que era tan agresiva como era etérea, de la que bandas como Wolves in The Throne Room y Agalloch han tomado prestado en más de una ocasión.


VED BUENS ENDE - WRITTEN IN WATERS (1995)

Un brillante tratado musical que desafía los convencionalismos idiomáticos de un género con una ejecución precisa, cruda, elegante y sin la necesidad de mezclar géneros. En esencia, Ved Buens Ende contaba con un lineup básico: guitarra, bajo, batería y voz, pero eso fue más que suficiente. Hay elementos reconocibles del black metal (“Den Saakaldte”) pero estos son procesados a través de un filtro que es totalmente propio. Written in Waters no es exactamente un álbum técnico, pero el rango de cada instrumento es aprovechado, lo que culmina en una obra bastante matizada: hay momentos tranquilos, violentos ataques, tiempos irregulares y mucho groove. La batería es dinámica y sin duda es el componente que más resalta; las voces tienen un tono bastante idiosincrático. Uno de los mejores discos de esta lista… y en general.


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SOLEFALD - THE LINEAR SCAFFOLD (1997)

A pesar de que no todas las canciones logran retener ese impacto de “Jernlov” (¡qué manera de abrir un álbum!), resulta inútil tratar de refutar que The Linear Scaffold tiene personalidad de sobra. No todos los elementos utilizados por esta banda noruega funcionan, pero cuando la mezcla es compatible o se maneja cabalmente a pesar de parecer dispar, el mundo que crean es bastante peculiar. En un nivel técnico, estilístico y creativo Solefald tiene toda la capacidad de mantener enganchado al escucha, debido a sus cambios tan bruscos que van desde lo más absurdo (“Red View”) a lo impresionante (“Philosophical Revolt” y “When The Moon is on The Wave”). The Linear Scaffold es un descenso a la locura con un soundtrack en shuffle que va desde jazz, pop, sinfónica y -obviamente- black metal.


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ANUBI - KAI PILNATIES AKIS UŽMERKS MIRTIS (1997)

Esto bien pudo ser un álbum de Oranssi Pazuzu, si la aclamada banda finlandesa se hubiese formado 10 años antes. Anubi creó una ambiciosa obra que utiliza elementos folclóricos de su natal Lituania, así como una vasta instrumentación, la cual es utilizada con reserva sin que su presencia resulte exagerada o demasiado bombástica. Kai Pilnaties es una obra balanceada a pesar de toda la vorágine que se suscita desde el inicio; es una experiencia psicodélica a reinos subterráneos y a lo más decrépito del inconsciente. Lamentablemente, la prometedora carrera de Anubi se vio comprometida por el fallecimiento de su miembro clave en un accidente. Pensar en lo que esta agrupación pudo haber logrado sólo hace que esta obra tenga más peso, pues, a pesar de tratarse de su debut, ya contaba con un sello distintivo.


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THY CATAFALQUE - Tűnő Idő Tárlat (2004)

Esto debe decirse desde el principio: Tűnő Idő Tárlat no es precisamente el mejor disco en la lista, pues sus pasajes electrónicos se extienden más de lo que deberían y en realidad no son tan interesantes. A diferencia de las otras placas aquí mencionadas, Thy Catafalque no logra crear una mezcla concisa; simplemente coloca géneros uno junto al otro esperando que hagan reacción. Afortunadamente, esto se corrigió en su segundo álbum Róka Hása Rádió (2009) en donde la intersección estilística da pie a una estética heterogénea más cohesiva.